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miércoles, 18 de marzo de 2015

EL CURA JESUITA FRANCISCO, DENUNCIA OTRA MISERABLE MANIOBRA PARA DESAPARECER EL SIGNIFICADO DE LA HOYADA

Francisco Chamberlain, s.j.

Estoy esta semana algo más ecuánime, pero quiero continuar con el tema iniciado la semana pasada, quizá sin tanta rabia.

Estoy convencido de que el Sr. Oscorima y su gobierno no tienen la menor idea de lo que deben hacer en el terreno de la Hoyada. Al proponer a las Señoras de ANFASEP y a otros de construir un parque semejante al parque en el antiguo pueblo de Yungay (Ancash) como un ejemplo de lo que se puede hacer para la Hoyada, confunde la tragedia de Yungay y de todo el Callejón de Huaylas en 1970, producto de una catástrofe de la naturaleza, con lo que sucedió en Ayacucho: la matanza tan frecuentemente cruel y salvaje, carente de un mínimo de humanidad, de peruanos contra otros peruanos. La propuesta de construir un parque de esparcimiento tipo Yungay en vez de un Santuario en un lugar donde hubo y que recuerda el HORROR que se ha vivido ahí con tantos cientos de peruanos torturados y luego asesinatos extra-judicialmente, cuyos cadáveres fueron quemados y luego enterrados. Se trata por tanto de dos propuestas absolutamente incompatibles; es absurdo construir un lugar de recreación encima de un campo santo.

Durante el tiempo de la guerra el terreno de la Hoyada era un terreno larguísimo y vacío, al lado del Cuartel de los Cabitos. Nunca sabremos con exactitud cuántos huesos, cuántos cadáveres quemados yacen debajo de las casas construidas en esta zona. Después de tantas invasiones permitidas, queda un terreno abierto relativamente pequeño de lo que fue la Hoyada  en los tiempos de la guerra. En ese terreno abierto los forenses han excavado y determinado que se trata de los restos quemados de 109 hombres y mujeres. Es en ese terreno abierto el que se quiere construir el Santuario de la Memoria.

La propuesta de un santuario es una propuesta ciertamente necesaria, y al mismo tiempo difícil, sumamente difícil. Una propuesta que requiere decisión. Cada uno de nosotros tiende a “olvidar”, de bloquear de nuestra memoria los momentos de espanto y terror que hemos sufrido en nuestra vida. Lo que sucede con cada uno de nosotros en nuestra vida  personal, sucede también en la vida de los  colectivos humanos, como ha sucedido con nuestra población ayacuchana. Nuestra población se ha vivido momentos horrorosamente carentes de un mínimo de humanidad, de uno u otro lado del conflicto.

Ningún colectivo humano quiere indagar por el pozo negro, totalmente carente de un mínimo de humanidad, de su existencia como nación. Alemania tuvo el gran desafío de enfrentar la espantosa matanza de millones y millones de seres humanos, mayormente de judíos, durante el tiempo de Hitler. Y la ha hecho bastante bien, a pesar de los pequeños brotes de nazismo racista que surgen de vez en cuando en eso país. Estados Unidos, después de más de dos cientos años de trato de los negros como meros esclavos, simples mercancías de uso, abolió la esclavitud en el s. 19, a costo de una guerra civil con 600, 000 muertos (a pesar de que ese país no contaba con una población mucho mayor que la población hoy del Perú). Sin embargo, en los estados del sur del país los negros liberados y ya ciudadanos, no pudieron votar, carecían de escuelas para educarse, ni pudieron usar los servicios higiénicos reservados sólo para blancos. En los 165 años desde su liberación, los negros han luchado y siguen luchando hasta hoy contra las barredas que impiden su plena integración como humanos y ciudadanos. A pesar de todo, ese país cuenta con un  negro, elegido ya dos veces, como el presidente de su país.

Tenemos que enfrentarnos en el Perú, y especialmente en Ayacucho, con el pozo negro de nuestra propia historia nacional. La inmensa mayoría de los muertos en la guerra por ambos lados era gente pobre de nuestra sierra, como la  esclavización y muerte y de Sendero de las poblaciones ashánincas de la selva. Enfrentarnos con decisión supone, como un primer paso importante, que la Hoyada se transforme un lugar, un Santuario de la Memoria. Así afirmamos el coraje de asumir una de las páginas más negras de nuestra historia, para pensar y reflexionar sobre cómo queremos ser como país: un país incluyente de todos sus habitantes, con capacidad y voz de participar plenamente en los rumbos de la patria.


Sr. Oscorima, hágalo por su bien como peruano; hágalo por el bien de todos los peruanos, especialmente por los que han sufrido tanto.    
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