¡QUÉ DIFÍCIL ES RECONOCERNOS COMO SOMOS!
Francisco Chamberlain, s.j.
Estoy esta semana algo más ecuánime, pero quiero continuar
con el tema iniciado la semana pasada, quizá sin tanta rabia.
Estoy convencido de que el Sr. Oscorima y su gobierno no
tienen la menor idea de lo que deben hacer en el terreno de la Hoyada. Al proponer
a las Señoras de ANFASEP y a otros de construir un parque semejante al parque en
el antiguo pueblo de Yungay (Ancash) como un ejemplo de lo que se puede hacer para
la Hoyada, confunde la tragedia de Yungay y de todo el Callejón de Huaylas en
1970, producto de una catástrofe de la naturaleza, con lo que sucedió en
Ayacucho: la matanza tan frecuentemente cruel y salvaje, carente de un mínimo
de humanidad, de peruanos contra otros peruanos. La propuesta de construir un
parque de esparcimiento tipo Yungay en vez de un Santuario en un lugar donde
hubo y que recuerda el HORROR que se ha vivido ahí con tantos cientos de
peruanos torturados y luego asesinatos extra-judicialmente, cuyos cadáveres
fueron quemados y luego enterrados. Se trata por tanto de dos propuestas absolutamente
incompatibles; es absurdo construir un lugar de recreación encima de un campo
santo.
Durante el tiempo de la guerra el terreno de la Hoyada era un
terreno larguísimo y vacío, al lado del Cuartel de los Cabitos. Nunca sabremos con
exactitud cuántos huesos, cuántos cadáveres quemados yacen debajo de las casas
construidas en esta zona. Después de tantas invasiones permitidas, queda un
terreno abierto relativamente pequeño de lo que fue la Hoyada en los tiempos de la guerra. En ese terreno
abierto los forenses han excavado y determinado que se trata de los restos quemados
de 109 hombres y mujeres. Es en ese terreno abierto el que se quiere construir
el Santuario de la Memoria.
La
propuesta de un santuario es una propuesta ciertamente necesaria,
y al mismo tiempo difícil, sumamente difícil. Una propuesta que requiere
decisión. Cada uno de nosotros tiende a “olvidar”, de bloquear de
nuestra memoria
los momentos de espanto y terror que hemos sufrido en nuestra vida. Lo
que
sucede con cada uno de nosotros en nuestra vida personal, sucede
también en la vida de los colectivos humanos, como ha sucedido con
nuestra población ayacuchana. Nuestra población se ha vivido momentos
horrorosamente carentes de un mínimo de humanidad, de uno u otro lado
del
conflicto.
Ningún colectivo humano quiere indagar por el pozo negro, totalmente
carente de un mínimo de humanidad, de su existencia como nación. Alemania tuvo
el gran desafío de enfrentar la espantosa matanza de millones y millones de
seres humanos, mayormente de judíos, durante el tiempo de Hitler. Y la ha hecho
bastante bien, a pesar de los pequeños brotes de nazismo racista que surgen de
vez en cuando en eso país. Estados Unidos, después de más de dos cientos años
de trato de los negros como meros esclavos, simples mercancías de uso, abolió
la esclavitud en el s. 19, a costo de una guerra civil con 600, 000 muertos (a
pesar de que ese país no contaba con una población mucho mayor que la población
hoy del Perú). Sin embargo, en los estados del sur del país los negros
liberados y ya ciudadanos, no pudieron votar, carecían de escuelas para
educarse, ni pudieron usar los servicios higiénicos reservados sólo para
blancos. En los 165 años desde su liberación, los negros han luchado y siguen
luchando hasta hoy contra las barredas que impiden su plena integración como
humanos y ciudadanos. A pesar de todo, ese país cuenta con un negro, elegido ya dos veces, como el
presidente de su país.
Tenemos que enfrentarnos en el Perú, y especialmente en
Ayacucho, con el pozo negro de nuestra propia historia nacional. La inmensa
mayoría de los muertos en la guerra por ambos lados era gente pobre de nuestra
sierra, como la esclavización y muerte y
de Sendero de las poblaciones ashánincas de la selva. Enfrentarnos con decisión
supone, como un primer paso importante, que la Hoyada se transforme un lugar,
un Santuario de la Memoria. Así afirmamos el coraje de asumir una de las
páginas más negras de nuestra historia, para pensar y reflexionar sobre cómo
queremos ser como país: un país incluyente de todos sus habitantes, con
capacidad y voz de participar plenamente en los rumbos de la patria.
Sr. Oscorima, hágalo por su bien como peruano; hágalo por el
bien de todos los peruanos, especialmente por los que han sufrido tanto.