Decir la verdad en el Perú
En nuestro país preferimos mearnos en nosotros
mismos antes que decir la verdad. Más que eso, ni siquiera queremos que nos la digan.
Y si por accidente alguien dice la verdad no le hacemos caso y seguimos viendo
la tele. El caso es que a nadie le interesa, o conviene, saber la verdad. La
verdad incomoda, molesta, es considerada la aguafiestas de ese Perú que solo
quiere enterarse de su crecimiento económico sin importarle quién se beneficia con
ello y quién sigue con una mano adelante y la otra atrás. La prueba más evidente de lo dicho es la
falta de interés que ha suscitado el Informe Final (IF) de la Comisión de la
Verdad y Reconciliación. Solo unos hipócritas recuerdos en cada aniversario y
luego silencio eterno. De reconciliación ni se habla, de pedir perdón menos.
Después de todo lo ocurrido una auténtica paz
entre peruanos no puede basarse en el olvido sino en la justicia, en la
verdad.
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