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lunes, 5 de abril de 2010

RESPETO, ÚNICO REQUISITO PARA LA RECONCILIACIÓN NACIONAL

Nosotros y “ellos”
La única condición básica para una reconciliación nacional sostenible es el RESPETO que debe mostrar el Estado y gran parte de la sociedad hacia el pueblo andino, en especial a Ayacucho, donde el genocidio se hizo más patente durante los años 1980- 2000.
Ningún Programa de Reparaciones, de Registro de Víctimas, de ayuda a los damnificados, va a funcionar si no hay antes una actitud de respeto hacia las víctimas. Sin respeto cualquier cosa que se haga no funcionará y, peor que eso, será contraproducente porque quedará manifiesta la dilación interesada y el engaño para calmar los reclamos de “los otros”. El intelectual ayacuchano, Luis Guillermo Lumbreras, ex director del Instituto Nacional de Cultura, dice: El tema central del informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación no somos nosotros (sino los otros.) Los más, los casi todos, son ellos, “los otros”, a los que llamamos “indígenas” o “indios”. El informe revela el profundo desprecio de “nosotros” hacia la vida o existencia de “ellos”, los otros. Somos iguales pero diferentes, llevando esta concepción excluyente a excesos genocidas. los otros

Una tradición racista
En un país racista como el nuestro la palabra RESPETO es pocas veces usada. Esto no es un olvido accidental sino que pertenece a una larga tradición que nace en el mismo momento de la Conquista y ha continuado expresamente omitida por todos los gobiernos del Perú.

Los conquistadores no respetaron la cultura incaica sino que la destruyeron de forma abrupta sin obtener los beneficios que pudiesen habernos hecho más fuertes y avanzados. Durante el virreinato no hubo ningún respeto por los indígenas por más que Raúl Porras Barrenechea, nuestro connotado historiador, por supuesto españolista, haya querido convencernos de lo contrario. Sobre Porras algún día se examinará el estudio en el que lanza repetidos insultos y descréditos a nuestro primer cronista indígena, Huamán Poma de Ayala, quien denunció tanto la corrupción y brutalidad de las autoridades virreinales como las de la iglesia y los caciques indígenas.
Durante la República, salvo un fugaz intento de elevar la condición del indígena promovida por San Martín y Francisco Luna Pizarro, Bolívar continuó la tradición racista del virreinato que se mantiene hasta nuestros días. Ni el mismo indio Alejandro Toledo mostró respeto por sus congéneres durante su presidencia.

¿En qué consiste respetar al otro?
En primer lugar, respeto es el reconocimiento de que los otros tienen valor. El indígena de una comunidad andina es alguien tan importante para su familia como para la sociedad donde se desenvuelve, como lo puede ser cualquier vecino de Miraflores para la suya. No hay ninguna diferencia, ni son más importantes unos ni menos importantes los otros. Un indígena o un miraflorino son personas que mantienen una cultura familiar propia, una manera de concebir su mundo, un afecto a las personas que lo rodean, un aprecio a sus propiedades sean estas lujosas o modestas. Un habitante de Accomarca y uno de Las Casuarinas tienen cada cual sus propias preocupaciones, sus propias inquietudes, sus deseos y frustraciones.
Respetar es también apreciar los sentimientos y la manera de pensar del otro. Esto no quiere decir que uno los acepte como suyos, ni siquiera que los desee, sino simplemente que los respete y aprecie. Respetar, pues, incluye valorar las costumbres del otro, sus hábitos y creencias.

Los que promueven la falta de respeto
Por otro lado, respeto no quiere decir protección, padrinazgo ni tutela. La protección se da al que no puede decidir por sí mismo, al incapaz, al retrasado mental. Una actitud paternalista hacia el indígena enmascara la falta de respeto que se tiene a su capacidad de discernimiento. Nosotros somos los cultos, los civilizados, ellos son los incapaces, los ignorantes. Por eso nosotros debemos decidir el modo de vida que deben llevar, las costumbres que deben adquirir y claro, también, las horas que tienen que trabajar y cuanto deben de ganar. Eso sí, para que no se olviden de quién es el que manda en el país hay que insultarlos, denigrarlos, burlarse de ellos y hacer todo lo posible para mantenerlos en su sitio. En otras palabras, detrás de la falta de respeto hay un interés económico perverso y mezquino.

La ineludible tarea de respetar al otro
Hasta que no se entienda que respetar al otro no es una opción de los peruanos sino una tarea ineludible para lograr el progreso seguiremos siendo una sociedad fracturada susceptible de aventuras terroristas, de lances políticos por individuos voraces y de represión militarista. El Perú nunca saldrá del subdesarrollo mientras tengamos sectores de la sociedad que se crean superiores a los demás y con derecho de explotarlos. Si un sector de la población mantiene un sentimiento de superioridad sobre el resto, la reconciliación del país es imposible, ya que el respeto es la base moral y ética en el que está basada la democracia de un país.

¿Cómo promover el respeto al otro?
En verdad el análisis anterior se podría decir que no es nuevo, de una manera u otra se viene diciendo lo mismo desde hace siglos. El problema es que las personas que tienen la responsabilidad de dar el ejemplo no lo hacen. Luego de los discursos electorales los políticos elegidos dan por olvidadas sus promesas. Pero no solo son ellos los responsables, también es la jerarquía de la Iglesia Católica que no ha levantado su voz. Menos podemos esperar de las fuerzas vivas de la nación que se benefician de la falta del respeto a los demás. Tampoco habrá que esperar algo de los medios de comunicación que son empresas con fines económicos como cualquier otra. En la educación no podemos confiar porque ha sido diseñada para no ser eficaz: malos sueldos al profesorado, mala preparación de ellos, malas escuelas.
Si ha fracasado algo tan importante para el país como es el respeto que debemos tener hacia el otro, hay que recurrir a otros métodos que no sean las armas. La protesta, la disidencia, el enfrentamiento, el decir BASTA o el iniciar por lo menos una lucha particular, pueden ser los primeros pasos antes de encontrar los caminos que nos lleven hacia el respeto a los demás.

La tarea es enorme, nos falta crear la visión de un Perú unido y solidario entre todos los compatriotas. Sobre esto Peter Sloterdijk se preguntaba ¿“cómo se puede conjurar a un número grande de seres humanos de tal manera que, en virtud de un mínimo de espíritu común se consideren socios de aquella grandeza, hasta el punto de ir a la guerra a fin de asegurar a sus descendientes eso que los ideólogos llaman “futuro”? Y el mismo se responde: “El arte de lo posible a gran escala gira en torno a ese acto forzado que consiste en presentar lo imposible como ineludible”.

HM

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