2- También es conviente recordar lo publicado al respecto por Herbert Morote en su libro TODOS CONTRA LA VERDAD del cual copiamos sus páginas 292 a 294
""Peripecias del Museo de la
Memoria
El año 2009 el
gobierno de Alemania donó 2 millones de dólares al Perú para la construcción de
un Museo de la Memoria. La primera reacción del gobierno de Alan García fue
rechazar tal ofrecimiento con la excusa de que el Perú tenía otros problemas
más urgentes que resolver. Este pronunciamiento fue apoyado abiertamente por la
cúpula del ejército encabezado por el ministro de Defensa Rafael Rey.
Ante el
escándalo originado por el rechazo de Alan García, Vargas Llosa se unió a las
protestas, por lo que al gobierno no le quedó otra alternativa que aceptar la
donación y, en una jugada astuta, calló a la oposición nombrando a Vargas Llosa
presidente de la comisión del futuro museo.
La primera
concesión que se hizo fue cambiarle el nombre y en vez de -Museo de la
Memoria-, término que todo el mundo entiende, se le llamó -Lugar de la
Memoria-. Hubo muchos pronunciamientos contra este raro nombre, aunque de algún
modo tranquilizaba que el Dr. Salomón Lerner Febres, ex presidente de la CVR, fuese
vicepresidente de dicha comisión.
La estructura de concreto al centro es el –Lugar de la Memoria,
Tolerancia e Inclusión Social-. Al fondo está el centro de Miraflores.
Más adelante
renunció Vargas Llosa como protesta por decretos supremos que iban contra los
DD HH, y quedó como presidente su íntimo amigo el octogenario pintor Fernando Szyszlo. Luego renunció el Dr. Salomón Lerner
Febres, que era el único que tenía ideas claras sobre el contenido que debía albergar
el museo.
Uno
de los primeros problemas que enfrentó la comisión fue escoger un sitio para el
museo. Ni siquiera se consideró ponerlo en Ayacucho, que era el lugar idóneo
como Auschwitz lo es del holocausto, sino que había que hacerlo en Lima, esa
capital donde la mayor parte de la gente vive a espaldas de lo que sucede en la
sierra. Por inercia se habló del céntrico Campo de Marte, donde en un rincón
casi escondido del público está el -Ojo que llora-, pequeño monumento en
conmemoración a todas las víctimas, civiles y militares, del “conflicto
armado”. En ese recóndito lugar se celebró durante años el aniversario del IF,
con la participación de los deudos y miembros de la CVR, que resistieron
estoicamente los ataques con huevos y pintura de hordas fujimoristas.
Al ser rechazado
el Campo de Marte por presión del ministerio de Defensa y de políticos, se
buscó otro distrito en Lima y se encontró que nadie lo quería, salvo el alcalde
de San Miguel con oposición de sus vecinos. Al final, el alcalde del opulento
distrito de Miraflores cedió un terreno
en medio de la protesta de muchos miraflorinos, que se quedaron más tranquilos
cuando les dijeron que no iba a estar en alguna de sus arterias principales
como la avenida Larco, Pardo o 28 de Julio. Tampoco estaría cerca del lujoso
centro comercial y de esparcimiento Larcomar. No, el terreno que cedieron está
lejos del centro de Miraflores, casi oculto
en una inclinada pendiente que baja al mar. El nuevo museo (me niego a
llamarlo lugar) tiene por vecinos
barrancos de arena y autopistas por las que pasan raudos los automóviles que
circulan por la costa. El sitio está lejos de todo y sin servicios de
transporte público cercanos. ¿Quiénes visitarán este museo?, ¿cómo llegarán
allí los limeños? Ya ni siquiera digo
los ayacuchanos que visiten Lima. Parece que la orden era: para promover la tolerancia hay que ponerla
lejos de todo; cuanto más lejos esté, mejor será la inclusión social que se
busca; y cuanto más lejano esté ese
lugar de la memoria histórica más rápido se borrará. Si no fuera verdad todo
esto, daría risa. Pero lo que da es rabia e indignación.
Con
el gobierno de Humala se suponía que las cosas iban ir a mejor y que el -Lugar
de la Memoria- podría recuperar su nombre de museo y sus principios.
Lamentablemente, el asunto ha ido al revés. Ante la salida de Szyszlo se nombró
una nueva comisión y se ha cambiado el nombre al proyecto. Ya no será -Museo de
la Memoria-, tampoco -Lugar de la Memoria-, ahora lo han bautizado como -Lugar
de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social-. No me digan que el nombre
es lo de menos, no es verdad. El nombre de un proyecto indica su objetivo y en
este caso se ha añadido tolerancia e inclusión social para que, ampliando su
alcance, se diluya el principal objetivo: recordar lo sucedido para que no se
repita el genocidio.
El
burdo engaño al que nos somete el gobierno es un insulto a la inteligencia.
Todavía el poder cree que uno es imbécil, que no nos vamos a dar cuenta de la
maniobra militarista para evitar que los señalen también como responsables de
parte de lo sucedido. Sabemos que fueron los miserables terroristas los que
ocasionaron el mayor daño, sí, lo sabemos. Pero también sabemos que miembros de
las fuerzas del Estado cometieron execrables crímenes que no deben volver a
repetirse
-Lugar
de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social-, vaya nombrecito.
¿Tolerancia? ¿Inclusión Social? ¿Porqué no se sacan la máscara y le agregan
neoliberalismo, racismo y centralismo? ¡Qué vergüenza! Qué pensarán los
familiares de las víctimas, los parientes de los miles de desaparecidos, las
miles de mujeres violadas y personas torturadas, los cientos de miles de
compatriotas forzados a dejar sus hogares, los parientes de los enterrados en miles
de fosas clandestinas señaladas pero no exhumadas.
Como
dijo el cronista de la Colonia, el ayacuchano Huamán Poma de Ayala cada vez que terminaba un
capítulo: “Y no hay remedio”."""
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