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lunes, 1 de febrero de 2010

UN MAL PRESAGIO: CAMBIO DE NOMBRE DEL MUSEO DE LA MEMORIA

Mario Vargas Llosa ha anunciado que el “Museo de la Memoria” se llamará “Lugar de la Memoria”. ¿Este cambio es un capricho del literato o realmente es necesario cambiar la palabra Museo por otra que refleje el propósito de su contenido? ¿No será acaso una concesión política a la derecha más trasnochada del país que ven en el museo un reto al “establishment” protector de su anacrónico status? Hablemos claro: ¿es tan importante cambiar un nombre que todos entienden para poner en su lugar, lugar? (¡Vaya!, no era mi intención jugar con las palabras).
Vargas Llosa explicó que “La palabra museo se asocia a una institución que preserva el pasado. Nosotros no queremos que el Lugar de la Memoria sea una reconstrucción de la violencia en el Perú, [este nombre] da una visión más cabal, más justa, más exacta del hecho histórico”.
Hagamos un breve análisis de sus argumentos. Lugar, según el diccionario de la Real Academia Española, de la cual Vargas es miembro, tiene muchas acepciones pero ninguna de ellas se aproxima ni de lejos a Museo. La más cercana podría ser “espacio ocupado o que puede ser ocupado por un cuerpo cualquiera”. Alguien puede argüir que cambiar el nombre Museo por Lugar es una libertad literaria a la que tiene derecho. Eso es posible, pero esa libertad bien la puede dejar para sus libros, no para el dolor de las víctimas, que verán el cambio de nombre con suspicacia y justificada razón porque:
• Todavía esperan que el gobierno les pida perdón.
• Porque han visto como se maltrata en Lima el modesto monumento - "El ojo que llora"- en recuerdo de los familiares asesinados, entre ellos muchos miembros de las Fuerzas Armadas y de la Policía.
• Porque no han recibido las reparaciones ofrecidas
• Porque ven con justificada suspicacia que el Museo se erija, no en el lugar de los hechos, sino frente a un mar que les es extraño.
• Porque son testigos de la vociferante oposición al Museo de la Memoria.
• Finalmente, porque sospechan de todo y de todos ya que no han recibido ni consuelo ni solidaridad.

Afirmar que “lugar refleja una visión más cabal de los hechos” infiere decir que un museo no es capaz de eso. Esta aseveración es vacía si no se sustenta, cosa que será imposible. Vargas Llosa dice que “Museo se asocia a una institución que preserva el pasado”, pero no dice qué de malo hay en eso. ¿No ha visto hace poco el Museo de la Memoria en Chile? ¿No ha visitado varios museos del Holocausto en el mundo? ¿Acaso no se ha dado cuenta de que los museos de la memoria son siempre parte de una campaña de reparaciones para las víctimas, de una condena a los hechos para que vuelvan a repetirse, de un esfuerzo por identificar las causas que originaron las masacres, de una voluntad política para enjuiciar a responsables?
Alguien dirá que lo importante no es el nombre sino el contenido de lo que se exponga. Pues bien, si no es importante el nombre déjenlo como está y no utilicen arbitrariedades semánticas que lo único que hacen es confundir. A no ser que… a no ser que… en ese lugar no tengan cabida los recuerdos de los crímenes cometidos por las fuerzas de Estado durante el gobierno de Alan García por las que él ha sido acusado. Si ese fuera el caso más justo sería llamarlo LUGAR DE LA MEMORIA LOBOTOMIZADA.
No podríamos terminar este artículo sin dejar de reconocer que gracias a Vargas Llosa, el presidente Alan García dio marcha atrás al rechazo de la donación de 2 millones de dólares ofrecida por Alemania para el Museo de la Memoria, ese logro no deseamos empañarlo, por eso confiamos en que rectifique su postura sobre el nombre.
Ojalá sea así.
Todavía hay tiempo.

BVGA

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